Las exploraciones de Javier Zamudio

Nacido un año después del Nobel a García Márquez, el caleño Javier Zamudio ha escrito novelas comentadas elogiosamente fuera de las fronteras nacionales. Hemingway en Santa Marta y El hotel de los difíciles son sus más recientes libros, publicados en Canadá y Argentina.

 

Zamudio reside en Santa Marta, donde se dedica por completo a la escritura.

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Su caso no deja de ser particular: la mayoría de sus libros han sido publicados en el extranjero. ¿Qué circunstancias lo llevaron a esa condición?

Buscar editorial afuera fue una decisión motivada por dos circunstancias. En primer lugar, Cali no es una ciudad literaria. Ahora se está intentando construir un imaginario literario en la ciudad. Hay grandes festivales, con invitados de primera, grupos muy bien constituidos, con antigüedad, premios, estímulos. Hace diez años era algo muy incipiente. Además, Cali era una ciudad sin autores. Con esto no quiero decir que no hayan escritores nacidos en Cali que estén produciendo literatura, como Antonio García Ángel, Melba Escobar, Carolina Andújar, Pilar Quintana, Oscar Perdomo, Paola Guevara, José Zuleta, entre otros. Sin embargo, tengo la impresión de que sólo hasta ahora se está reconociendo su trabajo en la ciudad, la cual sigue atravesada por dos fantasmas: Jorge Isaac y Andrés Caicedo. Muchos de estos escritores mencionados se fueron de Cali y escribieron algunos de sus libros afuera. Me parece que ahora se está redescubriendo la literatura caleña, mientras existe un apego “enfermizo” a dos autores que yo no tildaría de trascendentales. Hace nueve – diez años, este era el tipo de panorama literario que presenciaba y del que me dispuse a escapar. Quería huir de esa ciudad de Andrés Caicedo y de Jorge Isaac.

A esta primera circunstancia, se le añadía que la vida cultural de la ciudad estaba dictada por ciertos grupos “intelectuales”, por un lado, asociados a la Universidad del Valle y, por otro lado, a la Biblioteca Centenario. No eran autores. Más bien estudiosos que se creían grandes escritores. Autores regionales con ínfulas de long-sellers internacionales. Yo temía quedar atrapado en este espejismo, de ahí que pensara en buscar editorial fuera de Colombia. Te estoy contando mi percepción de aquel momento, tenía 24-25 años, no mucha experiencia. Ahora, puedo decir que veo las cosas no muy diferentes, algo matizadas, pero en esencia iguales.

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Para el Javier de 25 años era imposible ser escritor en una ciudad como Cali. Sin embargo, no contaba con los medios para irme. Luego me fui y corté mi relación con la ciudad. Pero fueron estos sentimientos los que me motivaron a enviar mis libros afuera.

¿El ámbito editorial colombiano es muy cerrado?

Creo que el ámbito literario es cerrado en todas partes. Lo que no me parece malo. Yo no tengo una colección muy grande de rechazos, pero los tengo. Y son quizá estos rechazos los que obligan a que se escriban mejores libros y se disminuya la publicación de libros malos. La evaluación de Hemingway en Santa Marta duró un año. No sé si sea un buen libro, pero pasó por un filtro. Ya me había olvidado del manuscrito cuando recibí la carta del editor informándome que querían publicar el libro. Creo que no se trata de que el ámbito editorial en Colombia – o en el mundo – sea cerrado. Si un libro tiene algo que decir, aunque sea poco, seguro encontrará una editorial dispuesta a dejarle hablar.

Hemingway en Santa Marta y El hotel de los difíciles son dos de sus novelas. ¿Cuáles son los ingredientes que en su opinión no pueden faltar en un buen libro de ficción larga? 

Hay dos aspectos que busco en un libro de ficción: que se arriesgue y que confronte mi realidad. Me parece que es fácil encontrar tramas atractivas, personajes entrañables, casi se pueden construir con una fórmula. Esto me recuerda las palabras de un agente español, cuyo nombre me reservo, él me enumeraba los aspectos que hacían a un personaje volverse llamativo para los lectores. Yo leo casi de todo. Me gustan las novelas que cumplen con los estándares tradicionales, que tienen estos personajes que mencionaba, que son redondas, que son verosímiles, etc. Es decir, la típica novela que busca el editor, porque conecta con los lectores. Sin embargo, disfruto más cuando el libro se arriesga en todo sentido; no sólo poner en entre dicho los esquemas culturales y económicos, abordando temas totalizantes, como cuando un libro se etiqueta como la gran novela “x”. Se me viene a la cabeza Dientes blancos de Zadie Smith, que terminé de leer hace unos pocos días, es una gran novela, cumple con muchos de estos arquetipos, pero no me parece que sea un libro que se arriesgue, como considero no lo hace casi ningún libro actual. Hemos pasado por muchas corrientes y hemos desembocado en una predilección por lo realista, por el non-fiction, por la auto-ficción y, creo, más allá, lo que el mercado editorial prefiere es lo simple: historias tradicionales, bien contadas, narradas con una prosa limpia (que siempre se agradece), un poco barroca en algunos casos, que explore el alma humana, con personajes que se quedan palpitando en la mente de los lectores. ¡La gran novela!

Esto está perfecto, son elementos que combinados reconstruyen una pieza de artesanía que puede contener el universo, pero a esto, quiero añadirle el riesgo, la exploración. Creo que en una literatura anterior había más de esto, pensemos en Virginia Woolf, en Jame Joyce, en Roberto Bolaño, quien tiene Amuleto o Amberes, novelas que se arriesgan en todo sentido, Julio Cortázar, Sebald, Nabokov con Pálido Fuego, y algunos que están vivos como Enrique Vila-Matas, Paul Auster, Alberto Olmos, César Aira, para poner algunos ejemplos, afortunadamente la lista puede seguir.

Con lo anterior en mente, ¿cuáles son las apuestas de sus novelas?

Yo intento arriesgarme con lo que escribo, Hemingway en Santa Marta y El hotel de los difíciles, ambas novelas escritas hace varios años, se arriesgan mediante la construcción de mundos simbólicos, sostenidos en escenas que bien pueden ser consideradas surrealistas, apocalípticas y que para mí no tienen otro objetivo que poner en tela de juicio el cimiento sobre el que construimos nuestro concepto de lo real y el de la ficción. En Hemingway en Santa Marta, por ejemplo, asesino a Kafka y con ello pongo fin a una época de lo absurdo, abriendo una brecha hacia la edad del terror. Al menos eso intento.

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Para cerrar, mencione los autores que ayudaron en la construcción de su universo literario.

Además de los mencionados arriba, creo que es importante también destacar a Karl Popper, Franz Kafka, Julio Ramón Ribeyro.

Ángel Castaño Guzmán
LA CRÓNICA